las ilusiones del corazon.
Tres días esperando a verte, cada
vez que mi mente recordaba tu nombre, mi corazón daba un salto, quería que
llegara ese día, quería ver si el tiempo había cambiado algo en tu mirada, si
mi cuerpo aun recordaba el rose de tu voz, deseaba tanto verte.
Ya había hecho planes, mi mente tenía
todo organizado, ¡qué diría!, ¡como lo diría!, sabia como seria al tener ahí de
frente, ser coqueta pero no obvia, hasta no saber tus intenciones. Cumplir mi
promesa que te hice, invitarte a comer, la comida por supuesto la prepare yo,
eso seria lo mejor, nos iríamos a comer a la fuente que tanto me gustaba, esa
que está en el centro del jardín encantado, el ambiente ahí sería perfecto, las
plantas a nuestro alrededor, el agua corriendo, nosotros, el sonido de los pájaros
a nuestro alrededor, una que otra mariposa revoloteando por ahí, mis ojos
atrapados por tu mirada.
Mi corazón soñaba con ese instante,
pero claro mi mente decía ¡cálmate! El no llegara, no existe tal conexión, no
hay nada en su voz que diga algo distinto. Los hombres son así. Pero mi corazón
no hacía caso, él quería creer en ti, sabía que tan solo 3 minutos ahí te harían
enamorarte de mí.
El tiempo paso lento pero al fin
solo faltaba 3 horas para verte, no podía quedarme quieta, deseaba poder
escuchar mi nombre pronunciado por tus labios. Mi corazón brincaba de emoción;
todo estaba listo, comida, café, cuentos y sucedió lo que mi mente ya presentía,
el teléfono sonó, un mensaje, ¡no quiero leerlo! ¡Quiero seguir con la
esperanza¡ decía mi corazón, pero mi mente lo vio, ahora como decirle al corazón
que el sueño se acabó, que no llegarías, la mente como siempre sabía lo que sucedería
con él, otro sueño roto y lo que venía,
tres días de lágrimas, tres noches sin dormir, sentir que el corazón no se movía,
se haría chiquito.
Después de eso todo empezaría otra
vez, otro amor u alguna ilusión, contar los días nuevamente, las horas pasarían
lento, la mente no sabía porque el corazón
no entendía y volvía a repetir todo nuevamente, se le hacía muy tonto, pero sabía
también que eso era lo que lo hacía vivir, la esperanza de una nueva aventura. No
quedaba de otra decía mi mente, decirle al corazón, que el no llegaría y tratar
de ser la voz de la razón, talvez ahora si el corazón la escucharía y podría controlar
sus latidos con la próxima ilusión.
Tania
13 de febrero del 2017
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